La esquizofrenia es una enfermedad que polariza mucho: o se desconoce o se teme. A veces ambos conceptos van unidos. La mejor manera de comprender la enfermedad y de perderle el miedo es con información seria y rigurosa. ¡Aquí se la doy! Comencemos…
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¿Qué es la esquizofrenia?
La esquizofrenia es un trastorno mental crónico en el que se altera la percepción de la realidad. Se pierde la capacidad de diferenciar lo que es real y lo que no lo es, y el pensamiento de la persona sufre una gran desorganización.
Al alterar gravemente el estado mental y la conexión con la realidad si no se maneja adecuadamente, puede ser fuente de aislamiento social, con desestructuración de las relaciones familiares, sociales y laborales.
Porque la esquizofrenia no es una enfermedad de personas añosas. Vamos a ver cuándo puede aparecer…
¿En qué etapas de la vida es más frecuente la esquizofrenia?
La esquizofrenia aparece con más frecuencia en la segunda o tercera décadas de la vida, con lo que es una enfermedad de personas jóvenes.
Afecta en igual medida a hombres y mujeres.
Con estas dos características seguro que estará usted preguntándose: «Si afecta a personas jóvenes, ¿tendrá algún componente hereditario?«. ¡Vamos a verlo!…
¿Se puede heredar la esquizofrenia?
La esquizofrenia tiene hasta en un 80% de los casos una relación con una predisposición genética. O lo que es lo mismo, 8 de cada 10 personas con esquizofrenia la padecen debido a que sus genes les predisponen a ello.
Eso quiere decir que hay genes (no uno solo, sino múltiples, porque la herencia de la esquizofrenia es multigénica) que condicionan que una persona tenga mayor riesgo de sufrir esquizofrenia.
Pero no se hereda la posibilidad de padecer la enfermedad, sino que se hereda la susceptibilidad a desarrollarla siempre que la persona interactúe con factores estresógenos del ambiente. Habrá por tanto personas que , siendo susceptibles genéticamente, no manifiesten la enfermedad simplemente porque su interacción con el ambiente no les ha hecho padecerla.
La esquizofrenia no es una enfermedad única. Hay distintos tipos. ¿Quiere saber cuáles son? ¡A continuación se lo cuento!…
Tipos de esquizofrenia
Hay cuatro tipos de esquizofrenia:
- Paranoide.
- Hebefrénica.
- Catatónica.
- Simple.
Vamos a ver un poco más en detalle cada uno de ellos:
Esquizofrenia paranoide
En la esquizofrenia paranoide hay una alteración del pensamiento y de la percepción, con delirios y alucinaciones de que nos vigilan, nos persiguen, nos engañan.
Esquizofrenia hebefrénica
En la esquizofrenia hebefrénica prima la alteración emocional, con manifestaciones afectivas extrañas e inapropiadas.
Esquizofrenia catatónica
La esquizofrenia catatónica afecta a la actividad motora, ya sea por defecto (la persona está estuporosa, ausente, inactiva) o por exceso (la persona está agitada).
Esquizofrenia simple
La esquizofrenia simple afecta a la voluntad y a la personalidad, con una disminución de impulsos y un retraimiento en todas las facetas de la vida.
Con estos cuatro tipos de esquizofrenia ya podrá usted deducir que la lista de síntomas va a ser larga. Aquí se la cuento…
¿Qué síntomas produce la esquizofrenia?
La esquizofrenia produce un amplio abanico de síntomas. Se agrupan en dos categorías:
- Síntomas positivos, caracterizados por la excitación.
- Síntomas negativos, caracterizados por el aplanamiento.
Vamos a verlos un poco más despacio, para ver qué síntomas concretos caen en cada categoría…
Síntomas positivos
Son síntomas positivos, es decir, excitatorios, floridos, los siguientes:
- Ideas delirantes: la persona cree que suceden cosas que realmente no están sucediendo.
- Alucinaciones sensoriales: son alteraciones de la percepción sin que medie un estímulo externo; las genera el propio cerebro sin que nadie las provoque.
- Conductas extravagantes: comportarse de manera inadecuada en todos los ambientes.
- Pensamiento desorganizado: las ideas se mezclan y el lenguaje pasa a ser inconexo y no hay quien entienda lo que dice la persona.
Síntomas negativos
Son síntomas negativos, es decir, inhibitorios, aplanados, de bajo funcionamiento, los siguientes:
- Anhedonia: que es el desinterés por lo que antes le interesaba a la persona. Ahora ya no es capaz de sentir placer por nada de lo que le gustaba.
- Apatía y abulia: la persona no tiene propósitos, no tiene pulmones ni ganas de nada. Por eso no se pone en marcha ni empieza nada.
- Aislamiento social: la persona se va quedando progresivamente más y más aislada socialmente, perdiendo amigos y desligándose de la familia.
- Aplanamiento afectivo: las emociones se aplanan y lo que antes suscitaba alguna emoción ahora no despierte ninguna respuesta en la persona. Todo le da igual.
Con estos síntomas tan variados es muy complicado hacer el diagnóstico de la esquizofrenia. De hecho, lo ha de hacer un especialista, el psiquiatra…
¿Cómo se diagnostica la esquizofrenia?
Aunque otro tipo de médico sospeche una esquizofrenia, el diagnóstico ha de hacerlo un especialista: el psiquiatra.
Cuando los síntomas empiezan a aparecer y la familia ve que la persona está cambiando su carácter es el momento de consultar. Por desgracia no siempre es así.
A veces el primer contacto con un psiquiatra lo tiene la persona con esquizofrenia cuando padece su primer brote psicótico. En este momento los síntomas son ya tan floridos y excesivos que hay que ingresar a la persona en el hospital, para instaurar el tratamiento.
Con el tratamiento adecuado la persona vuelve a la normalidad previa al brote, y podrá irse a su casa. ¿Cuál es este tratamiento? ¡Vamos a verlo!…
¿Cuáles son los tratamientos de la esquizofrenia?
El tratamiento de la esquizofrenia es farmacológico: hay que tomar de forma crónica medicación antipsicótica (clorpromazina, haloperidol, clozapina, olanzapina, risperdona…).
Esto no es tan sencillo como tomar la pastilla de la tensión todas las mañanas. Porque la medicación antipsicótica suele producir muchos efectos secundarios: vértigo, nerviosismo, aumento de peso, temblor, movimientos incontrolados y no voluntarios…
Cuando aparecen estos efectos secundarios la persona con esquizofrenia, si no tiene un buen apoyo familiar, tenderá a abandonar el tratamiento, con lo cual recaerá de la enfermedad.
Además de la medicación también son importantes estos aspectos:
- La psicoterapia de apoyo a los miembros de la familia del enfermo, que también sufren mucho la enfermedad y sus consecuencias.
- Que la persona con esquizofrenia lleve una vida regular, sin grandes cambios que puedan descompensar el cuadro.
- Por supuesto, que la persona con esquizofrenia evite todo tipo de alcohol y de drogas de abuso.
Con estas medidas de tratamiento la persona con esquizofrenia podrá llevar una vida relativamente normal, alejada de brotes de la enfermedad, y con un correcto ajuste social y familiar.
¿Cómo puede evolucionar la esquizofrenia?
La esquizofrenia suele aparecer gradualmente, aunque a veces siga a un brote psicótico florido.
Al principio los síntomas suelen ser inespecíficos: la persona está irritable, suele tener dificultad para concentrarse y dormir, etc. Nada distinto a un estado de ansiedad normal y corriente.
Tras un tiempo con estos síntomas aparecen las alucinaciones (percibir cosas sin que medie ningún estímulo externo) y las ilusiones (percibir cosas distintas a las que están presentes en forma de estímulos externos).
Pueden aparecer ideas delirantes, perder la emoción y las ganas de hacer cosas.
También podemos empezar a no entender lo que nos dice la persona, ya que su lenguaje se va haciendo más y más incomprensible.
Si el psiquiatra llega a un diagnóstico y pone el tratamiento adecuado, la enfermedad aunque no se cura, se controla, pudiendo llevar la persona con esquizofrenia una vida relativamente normal.
El problema es que algunas personas con esquizofrenia no cumplen con el tratamiento, ya sea porque no tienen apoyo social ni familiar, o porque tienen problemas de abuso de sustancias (alcohol y drogas). Sin tratamiento pueden progresar, incluso hasta el suicidio.
Es muy importante manejar la esquizofrenia de una forma adecuada. El psiquiatra y la familia han de estar perfectamente sincronizados para asegurarse de que la persona tome la medicación y mantenga así la enfermedad bajo control.
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