La intolerancia a la lactosa, en la Medicinapedia

Intolerancia a la lactosa

La intolerancia a la lactosa es una enfermedad y un proceso normal del envejecimiento. Pero se está convirtiendo en una moda, que lleva a muchas personas a abandonar la leche. En esta página de la Medicinapedia® tiene usted toda la información que necesita saber. ¡Empecemos!…

¿Qué es y qué no es la intolerancia a la lactosa?

Empezamos con una distinción muy importante: una intolerancia alimentaria NO es una alergia alimentaria. Son cosas distintas, con protagonistas distintos y, sobre todo, con peligros muy distintos.

  • La intolerancia alimentaria es un fenómeno local del intestino en el que, por no poder absorber un alimento determinado, se producen síntomas locales en ese intestino que no ponen en peligro la vida.
  • En cambio, una alergia alimentaria es un proceso mediado por las defensas del cuerpo, que puede desencadenar una reacción general que incluso puede poner en peligro nuestra vida si no tenemos un infusor de adrenalina a mano.

Aclarado este punto y sabiendo que es distinta a la alergia a las proteínas de la leche respondamos a la pregunta con la que hemos empezado: ¿qué es la intolerancia a la lactosa?

La intolerancia a la lactosa es una enfermedad que se describió por primera vez en 1963 y que aparece cuando, debido a la falta -completa o parcial- de la enzima lactasa en nuestro intestino delgado, no somos capaces de digerir la lactosa que tiene la leche y otros derivados lácteos. Esta lactosa, al transitar por el intestino sin ser absorbida a la sangre, provocará unos síntomas concretos que veremos.

La lactosa es un azúcar, resultado de la unión de dos azúcares sencillos unidos entre sí -la glucosa y la galactosa-, que está presente en la leche. Siendo así, sería muy fácil de evitar la aparición de la intolerancia a la lactosa evitando la leche. No es tan fácil. Porque muchos alimentos contienen lactosa. Desde bollería a productos precocinados. ¡Incluso muchos medicamentos tienen en su excipiente lactosa!

¿Sólo hay un tipo de intolerancia a la lactosa? O, dicho de otro modo ¿todas las personas que padecen intolerancia a la lactosa son iguales? ¡Vamos a descubrirlo!…

¿Hay distintos tipos de intolerancia a la lactosa?

Hay que tener claro que hay distintos tipos de intolerancia a la lactosa:

  • La intolerancia completa, en la que no hay en el intestino delgado nada de enzima lactasa, con lo que no podemos permitir que llegue allí la lactosa. Tiene un origen hereditario, faltando la información genética para fabricar lactasa.
  • La intolerancia parcial, en la que hay lactasa en el intestino, pero poca, con lo que las pequeñas cantidades de lactosa (por ejemplo, la que viene en muchos excipientes de medicamentos) no provocará molestias, pero si tomamos lácteos, sobre todo leche, en grandes cantidades sí que tendremos síntomas. Es la que ocurre, por ejemplo, según nos vamos haciendo ancianos (se denomina hipolactasia).
  • La intolerancia adquirida, que es la que nos provocamos a nosotros mismos, cuando dejamos de tomar lácteos durante mucho tiempo, ya sea de forma voluntaria (¡esas modas tan dañinas!) o como resultado de un largo periodo de alimentación por vía parenteral (nos introducen directamente los nutrientes a través de una vena) debido a una enfermedad o a una operación quirúrgica.

Déjeme que le explique en tres pasos el mecanismo de la profecía autocumplida de este tercer tipo de intolerancia a la lactosa en su versión autoprovocada, que además está creciendo mucho últimamente, al haberse extendido la moda de evitar los lácteos:

  1. La persona, por una moda o porque está mal aconsejada, deja de tomar lácteos, sobre todo leche.
  2. No en unos días, ni en unas semanas, ni en meses… ¡sino tras pasar años sin tomar lácteos!, la persona se queda sin lactasa en su intestino delgado porque éste, viendo que ya no se necesita, deja de producirla.
  3. Como ya no hay lactasa, cuando años después de haber dejado de tomar lácteos volvemos a comerlos, nos sentarán fatal, lo que erróneamente interpretamos como la confirmación de que efectivamente éramos intolerantes a la lactosa. Ya tenemos la profecía autocumplida.

Pensamos entonces que teníamos razón cuando empezamos a pensar que éramos intolerantes a la lactosa y dejamos de tomar lácteos. ¡Pero la realidad es que no lo éramos! Nos hemos hecho intolerantes nosotros mismos a fuerza de dejar de tomar leche.

La ventaja es que es que este error es completamente reversible, porque si volvemos a tomar lácteos, al ver que empieza a venir lactosa el intestino delgado comenzará otra vez a producir lactasa.

Una vez aclarados los distintos tipos de intolerancia a la lactosa y descubierto el error de la profecía autocumplida, vamos a ver qué pasa en el cuerpo de las personas que sufren la enfermedad…

¿Qué pasa dentro del cuerpo cuando tenemos intolerancia a la lactosa?

Ya hemos visto que las personas con intolerancia a la lactosa tienen una carencia en las paredes de su intestino delgado: no producen una enzima, la lactasa, que es imprescindible para absorber la lactosa, una vez dividida en sus componentes de glucosa y galactosa por el ataque de dicha enzima.

Imagine que la glucosa y la galactosa (que son la lactosa) van por su intestino, después de haberse bebido un buen vaso de leche.

Si no tiene usted problemas de intolerancia a la lactosa, cuando pasa esta lactosa al lado de las células que tapizan el intestino delgado, la enzima lactasa rompe -como si de una cizalla se tratase- las “esposas” que unían a la glucosa con la galactosa y, cada una por separado, entrarán por sus puertas específicas. Por estas dos puertas específicas sólo caben cada una de ellas, después de separarse. Si no se separan, no entrarán en la sangre.

Por eso las personas intolerantes a la lactosa no pueden, al faltarles la enzima lactasa -es decir, al no tener cizalla-, romper esas “esposas” que mantienen unidas a la glucosa y la galactosa. Cuando ambas intentan entrar juntas por la puerta de la glucosa, no caben. Lo intentan entonces por la puerta de la galactosa y tampoco pueden pasar. Se tienen que quedar, por tanto, dentro del intestino, viajando hacia el final del mismo para ser expulsadas con la defecación.

En este viaje van a provocar dos fenómenos que explicarán los síntomas que caracterizan a la intolerancia a la lactosa:

  1. Al ocupar el interior del intestino, necesitan rodearse de agua para seguir viaje por él, con lo que la “roban” del interior del cuerpo. Es un mecanismo osmótico, que aumentará mucho el volumen de material a defecar.
  2. Al llegar en forma de lactosa al intestino grueso, este azúcar hace allí las delicias de las bacterias de la flora intestinal, que se lanzan sobre él para comérselo en parte, generando muchos gases (dióxido de carbono, hidrógeno…) en este intento.

Eso explicará los síntomas de la intolerancia a la lactosa que vamos a ver a continuación…

¿Qué síntomas produce la intolerancia a la lactosa?

Es importante tener una cosa clara antes de comentar los síntomas de la intolerancia a la lactosa: su aparición no sólo depende de tomar el lácteo. Influyen en la aparición de síntomas en una persona intolerante:

  • La cantidad de lactosa que se tome.
  • La actividad de lactasa que esa persona tenga en su intestino.
  • Si a la vez que tomamos el lácteo tomamos otros alimentos.
  • El estado de la flora bacteriana que va a fermentar la lactosa.
  • La sensibilidad del intestino de la persona al estrés al que se le somete.

Por eso no hay dos personas con los mismos síntomas siempre. Dicho lo cual, ¿cuáles son estos síntomas? Vamos a descubrirlos viendo qué pasa dentro de nuestro intestino.

Sabemos ya que como resultado de la ausencia de lactasa tendremos mucha lactosa dentro del intestino, que va robando agua al cuerpo. Eso condicionará que aumente mucho el contenido intestinal y que éste se lance a tumba abierta hacia el final del trayecto para ser expulsado al interior. En este viaje se producen dos síntomas:

  1. Dolores cólicos de barriga, porque el intestino empieza a contraerse mucho para empujar toda esa cantidad de lactosa mezclada con agua que está en su interior.
  2. Diarrea explosiva, por la que tenemos que ir corriendo al baño cuando notamos que el tsunami de lactosa no digerida con agua y otros componentes que ahora le comentaré llegan como una avalancha al final del intestino grueso.

En el trayecto por dicho intestino grueso como ya sabemos la lactosa sufre el ataque de las bacterias de la flora intestinal. Este ataque es para comerse esa lactosa, pero por medio de un mecanismo de fermentación, que produce muchos gases.

Estos gases estirarán más las paredes del intestino grueso, con lo que aumentarán los dolores cólicos, los sonidos de tripas, y la velocidad de propulsión del contenido intestinal hacia el ano.

Por eso son típicos de la intolerancia a la lactosa episodios de diarrea abundante, con muchos gases y con dolores de barriga, que aparecen poco después de haber tomado leche.

Sólo por eso ya tendremos la sospecha de que estamos ante una intolerancia a la lactosa. Pero podemos hacer más cosas para diagnosticarla. ¡Vamos a ver cuáles!…

¿Cómo se diagnostica la intolerancia a la lactosa?

El primer paso para diagnosticar que estemos padeciendo una intolerancia a la lactosa es investigar lo que nos pasa.

Vigilaremos la aparición de los síntomas que acabamos de ver, conectándolos con haber tomado leche o algo que tenga lactosa (hay que revisar las etiquetas de los alimentos, o incluso la lista de los excipientes de los medicamentos que estemos tomando).

Esto nos hace sospechar, pero no confirmar el diagnóstico.

Para esta confirmación disponemos de dos pruebas que sí van a descubrir y comprobar si tenemos o no una intolerancia a la lactosa:

  • La prueba de provocación.
  • La prueba del aliento.

1) Prueba de provocación con lactosa

La prueba de provocación consiste en, a una persona en la que sospechamos que pueda ser intolerante a la lactosa, darle lactosa una vez que le hemos medido la concentración de glucosa en sangre.

Porque lo que vamos a medir con esta prueba no es el volumen o la rapidez de su diarrea. Vamos a medir algo que es más cuantificable y que podemos medir de forma más rápida, ya que no podemos estar esperando unas horas a ver si viene o no viene el apretón defecatorio. Mediremos cómo se modifica su concentración de glucosa en sangre poco después de haber ingerido la lactosa.

  • Si la cifra de glucosa en sangre no sube nada después de haber tomado la lactosa querrá decir que en el intestino no se ha producido la rotura de la lactosa en sus componentes de glucosa y galactosa, con lo que hay una ausencia de lactasa y por tanto la persona tiene una intolerancia a la lactosa.
  • Si la cifra de glucosa en sangre aumenta, quiere decir que la enzima lactasa ha cortado (recuerde la comparación con la cizalla) la unión entre glucosa y galactosa, y la glucosa ha pasado a la sangre aumentando su concentración. La persona no es intolerante a la lactosa.

2) Prueba del aliento

La segunda prueba para diagnosticar una intolerancia a la lactosa es la prueba del aliento. Se hace como la prueba de provocación: dando una dosis de lactosa a la persona en la que sospechamos la intolerancia.

Esta vez no le sacaremos sangre para ver su concentración de glucosa, sino que le mediremos la cantidad de hidrógeno que expulsa con su aliento. Mediremos lo que expulsa antes de darle a beber la lactosa, para comparar esta medida con otra que tomaremos un tiempo prudencial después de que se haya bebido esa lactosa.

¿Por qué medimos este hidrógeno en el aire espirado? Porque como ya sabemos, si existe intolerancia llegarán al intestino grueso muchas moléculas de lactosa. Allí las bacterias las fermentan, produciendo mucho gas, uno de ellos, el hidrógeno. Este hidrógeno se mete por la pared del intestino, que se ha hinchado, y pasa a la sangre, donde viaja diluido en ella. En ese viaje pasa por el pulmón y allí se expulsa con la respiración, lo cual nosotros captamos con la prueba del aliento.

Si en la segunda medición, 60-90 minutos después de tomar la lactosa, ha aumentado la cantidad de hidrógeno espirado, estamos ante una persona con intolerancia a la lactosa.

Una vez hecho el diagnóstico, ¿cómo tratamos esta enfermedad? ¡Veámoslo!…

¿Cuál es el tratamiento de la intolerancia a la lactosa?

Por ahora no existe un tratamiento curativo de la intolerancia a la lactosa. Si no tenemos la enzima lactasa en nuestro intestino, ninguna pastilla nos la va a proporcionar (aunque hay lactasa comercializada en algunos países que puede añadirse a la leche o tomarse antes de las comidas, para disminuir los síntomas). Por lo tanto, si no podemos incorporar lactasa al cuerpo, o si incorporarla es poco eficaz, ¿qué nos queda por hacer? ¡No introducir lactosa!

Desde un punto de vista alimentario, para evitar ingerir lactosa tendremos que evitar la leche y los lácteos. ¿Todos los lácteos? No. Hay un par de excepciones:

  1. Gracias a la investigación y el progreso de la industria alimentaria, ya podemos tomar leche sin lactosa. No es nada raro, ni fruto de una manipulación genética que nos tenga que poner en guardia. Simplemente es una leche en la que ya están separadas la glucosa y la galactosa. Así no notaremos la ausencia de enzima lactasa. Esta leche sin lactosa la podrán tomar los intolerantes totales y los intolerantes parciales.
  2. Sin ser tan sofisticados, podemos probar a tomar yogures y quesos curados. Son lácteos, pero tienen una peculiaridad: las bacterias que contienen o que han participado en su producción han llevado a cabo la función de la ausente enzima lactasa, es decir, han separado mucha de la lactosa en sus componentes: la glucosa y la galactosa. Por eso no nos provocarán los síntomas que sí desencadena la leche. Pero ojo, que no la separan toda. Por eso a los intolerantes totales a la lactosa no les vale esto del yogur y los quesos curados. Porque la parte de lactosa que las bacterias no han roto llegará a su intestino delgado y les provocará la diarrea sonora que hemos comentado antes.

Si no se tolera ningún lácteo y tenemos que evitar todo tipo de leche, cosa que es muy rara, porque la leche sin lactosa sabe bien y se tolera perfectamente, tendremos que consultar con nuestro médico para que nos aconseje acerca del uso de suplementos de calcio o cambiarnos a bebidas alternativas (no son leche) que lleven calcio. ¿Para qué? Para evitar el déficit de calcio que nos provocaría no poder comer lácteos.

Resumiendo

Para resumir lo comentado acerca de la intolerancia a la lactosa:

  • Es una intolerancia, no una alergia alimentaria. Por ello no pone en peligro nuestra vida.
  • Está causada por la ausencia de la enzima lactasa en nuestro intestino delgado. Puede ser hereditaria o provocada.
  • Provoca diarreas copiosas, con muchos gases y muchos ruidos de barriga, a los que puede acompañarles el dolor tipo cólico.
  • Se diagnostica con seguridad con la prueba de provocación o con la prueba del aliento.
  • No tiene tratamiento. Habremos de evitar la lactosa, tanto en los alimentos como en otros medios, por ejemplo en medicamentos.
  • En los intolerantes parciales el yogur o los quesos curados pueden no provocar síntomas y seguir siendo fuente de calcio.

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