Neumonía en la Medicinapedia

Neumonía

La neumonía o “pulmonía” es muy frecuente en épocas de invierno y en personas que tienen enfermedades de los pulmones como la bronquitis crónica. Veamos qué es una neumonía y cuáles son sus aspectos principales.

Empecemos por ver este vídeo de mi intervención en un programa de televisión hablando de la neumonía:

¿Qué es una neumonía?

La neumonía es la infección del parénquima del pulmón. Dicho menos finamente: es el resultado de que la “carne” del pulmón se nos llene de bichos y se infecte.

Para su manejo es muy importante saber cuál es el bicho concreto que la produce. Entre estos agentes infecciosos causantes de neumonía es importante distinguir entre dos tipos:

  1. Los que nos infectan procedentes de una persona infectada “en la comunidad”, es decir, en la casa, en la calle.
  2. Los que nos infectan procedentes de los hospitales o centros sanitarios.

¿Qué sentido tiene hacer esta distinción según el origen del microorganismo que causa la neumonía?

Pues que los microorganismos que tienen procedencia hospitalaria suelen ser más duros, más resistentes a los tratamientos, ya que se han fajado con todo tipo de medicamentos para tratar de matarlos en el hospital, y los han resistido.

Veamos concretamente cuáles son los bichos, los microorganismos que más frecuentemente pueden producir una neumonía

¿Cuáles son las causas más frecuentes de neumonía?

Un dato importante: en más del 50% de las neumonías no llegaremos a saber cuál ha sido su causa concreta. O lo que es lo mismo: el bicho causante de la neumonía se escapará a nuestra detección la mitad de las veces.

Esto es serio, porque la base de un buen tratamiento de la neumonía está en identificar su agente causal.

Los microorganismos que más frecuentemente originan una neumonía son las bacterias. De ellas la más típica es el neumococo (finamente llamado Streptococcus pneumoniae).

También es frecuente la neumonía debida al virus de la gripe, sobre todo en las epidemias invernales debidas a este microorganismo.

Y con menos frecuencia pueden provocar la aparición de una neumonía los hongos (típico de personas con las defensas disminuidas o inexistentes) o los protozoos.

El mecanismo de formación de una neumonía, descontando peculiaridades menores de cada agente infeccioso, suele ser común. ¡Vamos a verlo!…

¿Qué pasa dentro del cuerpo de la persona que tiene una neumonía?

El campo de batalla de la neumonía es el pulmón. Concretamente, la parte final de los pulmones, la “carne”, los alveolos y el tejido pulmonar que los sostiene y rodea.

Ese parénquima pulmonar, esa “carne” que rodea a esos espacios aéreos alveolares, es el destino de los bichos que quieren quedarse a vivir en el pulmón, multiplicándose y reclamándolo como suyo.

Por supuesto, las células de las defensas están ahí para no permitirlo. Es su trabajo. Y lo hacen en cuanto detectan que empieza a haber bichos que, procedentes del aire que inspiramos, han fijado su residencia en nuestro pulmón.

Lo más frecuente es que las células de las defensas triunfen y maten esos bichos que nos ha estornudado el de al lado, y aquí no ha pasado nada. Estas células de la primera línea defensiva son los macrófagos.

Los macrófagos (macro = grande; pagos = comer) son células que van a comerse vivos a los bichos que están en nuestros alveolos tratando de entrar en el parénquima pulmonar. Los envuelven, los meten en su interior dentro de una vesícula o “vacuola”, y allí los rompen, disuelven y digieren, mandando los trozos a la sangre para que se eliminen del cuerpo.

Con este mecanismo de defensa el macrófago hace menos daño que el que vimos que producían otras células cuando entraban tóxicos procedentes del tabaco, en lo que conformaba el mecanismo del enfisema pulmonar.

Pero no siempre los macrófagos ganan. A veces se ven superados, por ejemplo, porque han entrado demasiados bichos y les superan en número. Entonces es cuando empiezan los problemas.

Porque los microorganismos crecen y crecen, desencadenando el mecanismo de la inflamación dentro del pulmón. Los vasos sanguíneos se dilatan, empiezan a perder agua, que se vertirá a los alveolos, encharcándolos (de ahí que a la neumonía también se le llame “encharcamiento”).

Más células de las defensas vendrán y liberarán sustancias tóxicas que matarán microorganismos. Pero muchas células de las defensas también se mueren. Parte de estas células muertas formarán el pus que irá invadiendo el pulmón. Y otra parte de estas células muertas se vierten a la sangre para intentar eliminarlas.

Pero antes de su eliminación pasan por el cerebro, por una zona donde se controla la temperatura del cuerpo, y disparan la alarma que hace aumentar esa temperatura. Ya tenemos iniciada la fiebre, que subirá y subirá.

El agua y el pus que hay dentro del espacio alveolar y que se va hacia los bronquios irritará a estos tubos, desencadenando el reflejo de la tos. Con esa tos expulsaremos ese agua, ese pus y al romper algún vaso sanguíneo por lo mucho que tosemos, pueden salir hilillos de sangre.

Como vamos perdiendo zonas que nos servían para el intercambio de gases, oxigenando la sangre, cada vez nos costará más respirar, con lo que aparecerá la disnea.

Y si nadie nos ayuda, esta infección que ya ha superado nuestras defensas invadirá todo el pulmón e incluso puede, vía sangre, ir a otros órganos del cuerpo y producir una sepsis.

Así que esto de la neumonía tiene el peligro de que incluso le puede matar. Por eso hay que estar muy atentos a sus síntomas.

Recapitulemos estos síntomas a continuación…

¿Qué síntomas puede producir una neumonía?

Ya hemos visto que, debido a la invasión de la sangre por esos pirógenos, esos trozos de microorganismos y de células de las defensas, el síntoma más frecuente de la neumonía es la fiebre. Pero no es el único.

Las personas con una neumonía también referirán:

  • Tos y expectoración (blanca, luego amarilla / verde, e incluso con sangre)
  • Dificultad para respirar, si la neumonía es muy extensa.
  • Dolor en la pared torácica, en las costillas por dentro, si la neumonía es periférica y afecta a la pleura
  • Mucho cansancio como resultado de la fiebre y de la guerra interna que se establece entre nuestras defensas y los microorganismos invasores.

Estos síntomas suelen ser bastante intensos, con lo que es muy frecuente que consultemos a nuestro médico. ¿Qué pruebas nos hará? ¡Descubrámoslo!…

¿Cómo se diagnostica una neumonía?

Al ir al médico con una neumonía éste ya nos ve al entrar que no estamos bien. Que eso no es un simple catarro o una simple gripe.

Estaremos bastante afectados, con nuestras toses y nuestra fiebre más o menos atenuada por los medicamentos antipiréticos que estemos tomando de motu propio.

El médico nos auscultará y oirá una cantidad de ruidos graves causados por el moco y el caldo de batalla entre microorganismos y defensas que se acumula en el pulmón.

Seguro que nos pedirá una radiografía de tórax, y allí se verá una zona de pulmón muy blanca, lo que quiere decir que esa parte de la “carne” del pulmón, del parénquima pulmonar, está infectada y llena de líquido.

Según los datos que le demos y los síntomas que presentemos, nuestro médico puede optar por empezar a tratarnos ya, sin hacer nada más, o si algo no le da buena espina nos pedirá un cultivo de esputo: coger lo que expulsamos con la tos y cultivarlo en el laboratorio para ver qué microorganismo concreto crece.

Al saber específicamente cuál es el microorganismo podemos ser más precisos en la elección del medicamento para tratarlo.

Porque la neumonía que no se trata puede progresar y llegar a diseminarse por todo el cuerpo, poniendo en peligro nuestra vida.

Vamos a ver cómo se trata una neumonía…

¿Cómo se trata una neumonía?

El tratamiento de una neumonía, al ser el fruto de la infección por microorganismos, es elegir los medicamentos que mejor maten a estos microorganismos.

El médico elegirá, con cultivo o sin él, el medicamento más adecuado. Pero nosotros tenemos que tener claros unos aspectos:

  1. No debemos tratar nosotros nuestra neumonía sin ir al médico, tomando los antibióticos que nos recomienda una vecina o que nos sobraron la vez pasada. Así es como se están generando bacterias extrahospitalarias casi tan resistentes como las intrahospitalarias. Este va a ser un terrible problema de salud pública en un futuro no muy lejano.
  2. Si el agente infeccioso es una bacteria, se tratará con antibióticos. Si es un hongo, con antifúngicos (que son más agresivos, entre otros órganos, para el hígado). Y si es un virus, o no se trata o se trata con antivirales (de estos hay pocos que sean eficaces).
  3. Si nuestro médico cambia el tratamiento a los pocos días de iniciado es que ha visto que el microorganismo del que sospechaba o el que haya salido en el cultivo (si nos lo hicieron) es resistente al antibiótico que ya estamos tomando. Por eso es mejor darle con uno más específico que sea más capaz de matarle.
  4. Aunque mejore al quinto o sexto día de tratamiento, si su médico le dice que el tratamiento son 8, 10 ó 15 días, ¡complete esos días de tratamiento! El abandono del tratamiento a medias puede hacerle recaer al no terminar de matar todos los microorganismos que tiene usted en su cuerpo.
  5. No todas las neumonías hay que tratarlas en el hospital. Las graves sí. Las debidas a hongos o a virus, sí. Pero muchas neumonías bacterianas se tratan de forma eficaz con antibióticos por vía oral tomados en el domicilio de cada uno. Así que si su médico le envía a su casa no crea que lo está haciendo mal, o piense que es que no hay camas disponibles en el hospital.

Ya ve que la neumonía no es nada banal. Hay que tomársela en serio.

Seguro que se está preguntando usted: “¿Se puede hacer algo para prevenir la neumonía?”. Por supuesto que se puede. Se lo cuento y terminamos…

¿Se puede prevenir la aparición de una neumonía?

La prevención de la neumonía es la prevención del contagio. Hemos de tener cuidado cuando tenemos infecciones de no ir por ahí tosiendo y estornudando en la cara de los demás. Y hemos de lavarnos mucho las manos, porque son fuente también de contagio de muchos microorganismos.

Ciertos tipos de neumonía se pueden prevenir con vacunas:

  • La vacuna frente al neumococo, si nuestro médico nos la recomienda (por ejemplo, para personas a las que se les ha extirpado el bazo).
  • La vacuna frente a la gripe de cada año, si somos personas de riesgo y tenemos muchas papeletas para desarrollar una neumonía si alguien nos contagia una gripe.

Tómese en serio la neumonía. No es agradable de padecer, y si tarda mucho en consultar puede que acabe matándole.

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