Soja y cáncer - ¿Alguna relación?

La Soja y el Riesgo de Padecer Cáncer

Soja y cáncer, ¿alguna relación? Porque la soja es una legumbre muy consumida, desde hace tiempo en países orientales y últimamente en Occidente. ¿Es buena? ¿Puede tener algún riesgo su consumo? ¡Veámoslo!…

Introducción

De un tiempo a esta parte en Occidente estamos asistiendo a una invasión en el campo de la alimentación: la invasión de la soja.

  • La leche de vaca se ve sustituida paulatinamente por la bebida de soja (mal llamada “leche” de soja, porque no es leche).
  • En tiendas de alimentación se venden múltiples productos de soja, como los brotes de soja (que, por cierto, como aderezo en las ensaladas están riquísimos –opinión personal-).
  • Y en establecimientos de herboristería se despachan con fruición botes de extractos y proteínas de soja.

Porque parece ser que la soja es milagrosa. Es el elixir de la eterna juventud. De hecho ¡no sé cómo hemos podido vivir sin soja hasta hace unos años!

Lo sé. La ironía se capta con dificultad en el lenguaje escrito, así que la abandonaré. Este último párrafo pretendía ser irónico, como muchos de ustedes habrán deducido.

No estoy diciendo que la soja sea mala. De ninguna manera. Lo que sí vamos a ver aquí es si soja y cáncer pueden estar relacionados de alguna manera. Favoreciéndolo o previniéndolo.

Pero antes de abordar la relación entre soja y cáncer vamos a ver dos aspectos fundamentales, sin los cuales no entenderemos el tema mollar de esta página:

  • El diferente tipo de consumo entre los habitantes de extremo oriente (paradigma: Japón y China) y los moradores de occidente (paradigma: Europa y USA)
  • Los compuestos de la soja que hay que tener en cuenta para su vinculación o no con el cáncer: sus fitoestrógenos (estrógenos vegetales)

Vamos con el primero de ellos. Oriente frente a Occidente…

Formas de usar la soja: Oriente frente a Occidente

El consumo de soja se puede llevar a cabo de dos maneras: la oriental o la occidental. ¿Tiene esto alguna importancia para la relación entre soja y cáncer? Veamos…

El consumo “tipo oriental” (no es una categoría científica, me lo acabo de inventar yo) es el que se lleva a cabo a bajas dosis durante toda la vida. En las culturas orientales la soja está presente desde la infancia, en consumos diarios pero poco abundantes, con lo cual se produce una exposición crónica a las sustancias químicas que contienen (recuerde: los fitoestrógenos, de los que nos ocuparemos a continuación) y sin grandes altibajos.

El consumo “tipo occidental” es un consumo más de extremos. No la probamos en nuestra vida hasta que llega un momento –que suele coincidir con la menopausia femenina- en que la usamos para todo. Tengo miedo que en algunas casas se use hasta para perfumarse, porque se desayuna, se come, se cena y se enriquecen todo tipo de alimentos con extractos y proteínas de soja que vienen en botes con llamativas etiquetas (y precios igualmente llamativos, pero es igual, la gente los compra).

Ya ven la diferencia: los habituales frente a los recién convertidos a la religión de la soja. En toda cabeza cabe que las consecuencias han de ser distintas, ¿no le parece?

Pues lo son. Pero no vamos a hablar todavía de esto.

Primero vamos a identificar a los responsables de todo lo que vendrá después. Porque no se trata de que la soja tenga más o menos nutrientes. Esto no va de alimentación (aquí en la Medicinapedia® hablaré en un futuro de las cualidades nutricionales de la soja, no se preocupen). Va de unas sustancias que tienen un efecto determinado en nuestro cuerpo: los fitoestrógenos. Y va de si estos fitoestrógenos tienen algún papel en la relación entre soja y cáncer.

¿Qué son los fitoestrógenos? ¡Metámonos de lleno en descubrirlos!…

Los fitoestrógenos de la soja

Antes de hablar de los que contiene la soja vamos a descubrir qué son los fitoestrógenos. Son estrógenos, así que hacen la función de estimular los receptores de estrógenos que tienen muchas células del cuerpo humano. Y son “fito”, así que son vegetales.

Hala. Llegamos a uno de los mantras actuales: “vegetal”, “verde”, “natural”… Nuestra cabeza inmediatamente intercambia estos adjetivos por el de “sano”. Ya tenemos el marketing hecho.

Pues dejémonos de marketing, que aquí no estoy tratando de venderles nada. Veamos estos estrógenos vegetales, concretamente los que contiene la soja.

La soja contiene unas sustancias llamadas “isoflavonas”. Dentro de dichas isoflavonas los dos compuestos más activos desde un punto de vista estrogénico son la genisteína y la daizdeína.

Usted estará preguntándose: “¿Y qué tiene de importante que esas dos sustancias hagan como si fueran estrógenos en nuestro cuerpo?”. Pues mucho.

Se lo voy a explicar. Pero ¿cómo puedo conseguir que entienda usted, amable lector, la función de los estrógenos vegetales en nuestro cuerpo? ¡Ya lo tengo! ¡A bofetadas!

No, no tema. No me voy a poner violento. Es que voy a usar un símil con bofetadas para que entienda el papel de los fitoestrógenos.

Vamos a ello…

Estrógenos y fitoestrógenos ¿son lo mismo?

Ya sabe: las bofetadas serán el medio para que entienda usted la diferencia entre los estrógenos y los fitoestrógenos. No empiece usted a atizar soplamocos a todo lo que tenga cerca.

Imagine una célula del cuerpo. Célula que tiene en su membrana (la envoltura que la separa del exterior) un receptor de estrógenos. Este receptor es un interruptor que al activarse cuando se une el estrógeno que viene por la sangre hace que la célula se ponga en marcha y se divida.

En cambio cuando se une al receptor un fitoestrógeno el interruptor se activa a medias, y la célula se pone a dividirse pero muy lentamente.

Ya ve que la diferencia entre el estrógeno (que en nuestro cuerpo procede de los ovarios o de la grasa del panículo adiposo) y el fitoestrógeno (que en el hombre sólo puede provenir de la alimentación, una de cuyas fuentes es la soja, que es el tema de esta entrada) es de intensidad del efecto. Es lo que farmacológicamente se llama “agonista puro” (el estrógeno) y “agonista parcial” (el fitoestrógeno).

Usted estará pensando: “¿Y qué tiene que ver esto con las bofetadas que el Doctor Daniel González nos avanzó que utilizaría como símil en este post?”. Pues en breve lo va a descubrir.

Siga leyendo…

Fitoestrógenos de la soja y cáncer

Aquí viene lo de las bofetadas.

Nos vendrán muy bien para entender los efectos que tienen los fitoestrógenos en los cánceres humanos que dependen de los estrógenos:

Los estrógenos son agonistas puros, es decir, le dan una bofetada enorme a la célula para que se ponga a dividirse (células de la mama y células del útero, que si se dividen mucho se pueden volver locas y generar un cáncer).

Cuando la mujer está en la etapa fértil de su vida (la etapa que transcurre entre la menarquia –primera menstruación- y la menopausia –doce meses sin menstruaciones) sus ovarios producen estrógenos. Estos estrógenos abofetean a las células mamarias y uterinas constantemente. Les tienen los papos colorados todo el día.

En esta etapa fértil (o pre-menopáusica) de la mujer, si aparecen los fitoestrógenos y se unen a las células de la mama o del útero, como son agonistas parciales (es decir, menos eficaces), abofetean a las células, pero con mucha menos intensidad. Unas tobitas sin importancia. No se ponen las mejillas coloradas, ni mucho menos.

Por eso la mujer premenopáusica que consume soja tiene sus células mamarias y uterinas MENOS estimuladas para dividirse. Y recordemos que cuanto más se dividían y más estimuladas estaban para hacerlo por parte de los estrógenos, MAYOR era el riesgo de que se generase un cáncer (de mama o uterino).

Pero llega la menopausia. Inexorablemente.

Y con la menopausia el panorama hormonal cambia. Los ovarios se declaran en huelga general e irreversible y, agotados, dejan de producir estrógenos. ¡Qué bien! ¡Cesan las bofetadas a las células de la mama y del útero! ¡Ya pueden descansar, que se lo han ganado! A poner hielo en los papos y a dejar de tenerlos colorados todo el día.

Eso… ¡hasta que aparece la soja!

Porque esa soja que pretendemos que nos mantenga eternamente jóvenes seguro que entra por la boca cuando la mujer empieza a padecer sofocos, o cuando la piel se le seca, o cuando la mucosa vaginal pierde su lubricación y las relaciones sexuales se empiezan a hacer molestas. ¡Soja al rescate!

Pues esa soja, con sus fitoestrógenos, se une a las células de la mama y del útero. Y dichas células, que ya habían descansado de las bofetadas que se llevaron durante toda la vida, vuelven a ser abofeteadas. Tortas pequeñas, de acuerdo. ¡Pero tortas! ¡Cuando ya no tocaba tener las mejillas coloradas!

A esto se deben las diferencias que vamos a ver en la relación entre soja y cáncer femenino hormonodependiente según sea la mujer premenopáusica o postmenopáusica.

1) Soja y cáncer antes de la menopausia

El consumo crónico de soja (el tipo de consumo “oriental”) durante la vida fértil de la mujer puede PROTEGER LIGERAMENTE frente al cáncer de mama hormonodependiente y frente al cáncer de útero (de endometrio, la pared interna que recubre el útero por dentro y que se desprende en las menstruaciones). Lo cual es un efecto muy bueno.

2) Soja y cáncer después de la menopausia

El consumo excesivo de soja y sobre todo de sus extractos o proteínas en bote después de la menopausia puede hacer AUMENTAR el riesgo de padecer un cáncer de mama hormonodependiente o un cáncer de útero.

Recuerde lo que le he comentado de las bofetadas. A más bofetadas, más riesgo de cáncer. La mujer joven que consume soja de forma crónica está menos abofeteada a nivel mamario y uterino. La mujer postmenopáusica que consume un exceso de productos derivados de la soja está sufriendo bofetadas cuando ya no le tocaba padecerlas, y por eso su riesgo de padecer cáncer mamario y uterino aumenta.

Ya ve que sí que hay relación entre soja y cáncer. Y es una relación paradójica, según la edad de la mujer.

¿Cuál es la solución? Pues muy fácil. Si le gusta la soja consúmala en sus formas naturales (por ejemplo, los brotes de soja) o en sus formas más concentradas (la bebida de soja, el yogur de soja, los preparados de proteínas) en baja cantidad y durante toda su vida. No llegue tarde a ellas y quiera recuperar el terreno perdido, porque se arriesga a tener un susto. Porque la relación entre soja y cáncer no hay que tomársela a broma.

¿Cómo puede ser ese susto? Le doy dos ejemplos que suceden con más frecuencia que la que nos gustaría a los médicos:

  • Mujer de 65 años que se palpa un bulto en la mama y que en la historia clínica descubrimos que desde que es menopáusica ha estado tomando bebida de soja en cantidad y además la enriquecía echándole dos cucharadas de proteína de soja a cada vaso de bebida. El ginecólogo le hace una mamografía y al final se biopsia el bulto y sale benigno. La mujer salvó esta vez de que no hubiera relación entre la soja y el cáncer.
  • Mujer de 62 años que va al ginecólogo porque ha empezado a tener pérdidas de sangre por la vagina otra vez cuando llevaba ya 12 años sin menstruaciones. Es adicta a los yogures y a la bebida de soja, y se toma 3 yogures y un litro de bebida de soja diariamente. El ginecólogo le ve el endometrio engrosado y le hace un legrado. ¿Salió relación entre la soja y el cáncer? Esta vez también resultó ser simplemente una hiperplasia endometrial (el endometrio del útero se hizo más grueso y por eso se desprendió, produciendo el sangrado)

No se asusten. Hay muchas probabilidades de que ambas mujeres vuelvan a casa simplemente con el susto en el cuerpo y que no padezcan un cáncer de mama la primera y un cáncer de endometrio la segunda. Pero alguna hay que no tendrá tanta suerte.

Así que resumamos lo que hemos visto en esta entrada respecto a la relación entre soja y cáncer.

Resumiendo

  • La soja contiene fitoestrógenos, que son estrógenos vegetales menos potentes que los estrógenos producidos por los ovarios de la mujer.
  • El consumo crónico de soja antes de la menopausia puede tener un efecto beneficioso sobre el riesgo de padecer un cáncer de mama hormonodependiente o un cáncer de endometrio (la capa interna del útero femenino)
  • El consumo excesivo de soja o sus derivados después del cese de las menstruaciones (menopausia) puede dar lugar a sustos benignos como engrosamiento del endometrio o la aparición de algún quiste o adenoma en la mama, o incluso el desarrollo de un cáncer de mama hormonodependiente o de endometrio.
  • Por eso hay que consumir la soja con cuidado, y comentarle a nuestro médico si tenemos antecedentes familiares de cánceres de mama o de endometrio si podemos tomarla. No perdamos de vista la relación entre la soja y el cáncer. Es algo real.

Una última cosa. Que los varones no se inhiban de estos conocimientos, porque no tendremos endometrio al no tener útero, ¡pero tenemos mamas! Poco desarrolladas, pero mamas al fin. Y por eso mismo si nos cebamos a soja y sus derivados podemos padecer (muy poco probable, pero posible) un cáncer de mama. ¡Tomemos nota los hombres!

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